Los colores producen reacciones especiales y estados de ánimo en quienes los miramos y también afectan las proporciones aparentes de los espacios que nos rodean, tales como: alto, ancho y profundidad haciéndolos parecer en muchas ocasiones con características diferentes a las reales.
Para comprender el lenguaje que hablan los colores necesitamos empezar por definir las características de los mismos.
El color por sí mismo no está en las cosas, el color está en la luz que es siempre blanca; al propagarse lo hace por medio de ondas que tienen la capacidad de descomponerse en siete colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil ( azul oscuro) y violeta.
Por su impacto, los tres primeros se denominan cálidos, el verde es considerado como intermedio y los últimos tres son catalogados como fríos.
Cada color de este espectro es producido por una longitud de onda; cuando la luz blanca natural incide sobre un determinado objeto este refleja una o varias longitudes determinadas de onda y absorbe las demás. Así se forman los colores permitiendo ver los objetos como si realmente tuvieran color, pero se trata de un efecto físico de reflejo o absorción de ondas lumínicas.
Los cuerpos que no reflejan ningún color y absorben todos se ven negros y los que reflejan todos los colores los vemos blancos.
La longitud de onda más larga es la que corresponde al rojo, y a partir de ahí las longitudes decrecen hasta llegar al violeta que es el color con la longitud de onda más corta.
Desde el punto de vista emocional los colores nos provocan diversas impresiones y colaboran en nuestra percepción al despertar e incrementar nuestras sensaciones; todo color posee un significado propio capaz de comunicar y no solo tiene un significado universalmente compartido a través de la experiencia, sino que también tiene un valor independiente informativo a través de los significados que les atribuimos simbólicamente.
Conforme a su clasificación encontramos los colores cálidos que incluyen: el rojo naranja y amarillo, tienen un efecto estimulante y dan la impresión de que avanzan, es decir, se adelantan a la superficie que los contiene, lo que provoca una sensación de cercanía, son colores vitales alegres y activos.
Como intermedio encontramos el verde y finalmente los colores fríos que incluyen a los azules y violetas mismos que producen una acción relajante y un efecto de retroceso y alejamiento generando una sensación de distanciamiento, reposo, calma, poca intimidad y tristeza.
En forma general el rojo es considerado como el color que transmite mayor vitalidad y es asociado a la acción intensa y excitante; de ahí le sigue el naranja con mensajes tales como creatividad, entusiasmo y diversión; el amarillo nos conecta con la fuerza, voluntad e irradia luminosidad, el verde corresponde a un color equilibrado que evoca vida, naturaleza y frescura, los azules transmiten frío, tranquilidad, limpieza y serenidad y por último el violeta sedante, nostálgico con algunas asociaciones hacia la espiritualidad, misterio, nobleza y muerte.
Derivado de lo anterior, resulta interesante observar como personalmente nos relacionamos con los colores y que nos motiva para elegir o no, uno u otro para usarlos en lo cotidiano ya sea a través de nuestra indumentaria, pertenencias y los espacios en los que vivimos ya que nos estamos comunicando a través de ellos en forma continua.
Consciente o inconscientemente por medio de nuestros gustos y elecciones nos expresamos, nos mostramos y nos compartimos con el mundo que nos rodea.
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